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Durante su participación en la inauguración de la Segunda Conferencia Internacional “Seguridad y Justicia en Democracia: Hacia una Política de Estado Centrada en los Derechos Humanos”, el Lic. Luis Raúl González Pérez, presidente de la CNDH, señaló que la inseguridad no es resultado de la falta de presupuesto.

(Texto en pantalla) 

Segunda Conferencia Internacional. Seguridad y Justicia. 

En democracia: Hacia una política de Estado centrada en los Derechos Humanos. 

 

“México requiere de un Estado democrático de derecho, sustentado en el respeto irrestricto a los derechos humanos y en el cumplimiento y aplicación oportuna de la ley”, Ombudsman Nacional 

 

(Palabras) Luis Raúl González Pérez, Presidente de la CNDH: La respuesta a la violencia e inseguridad que se padece no radica en reducir o eliminar los derechos y libertades de las personas, tampoco en el uso indiscriminado de la fuerza o la aplicación arbitraria de la ley. 

La tentación de buscar soluciones de este tipo constituye, por sí misma, un verdadero riesgo para nuestro Estado democrático de derecho y no garantiza en modo alguno que se reduzcan los índices delictivos, que se abata la violencia o que se ejerza verdadera justicia. 

El gasto federal en seguridad entre 2006 y 2016 pasó de aproximadamente 130 mil millones en 2006 a alrededor de 264 mil millones en 2016. Si sumamos los recursos que desde 1996 se han erogado en este ámbito habríamos superado el millón de millones de pesos en un ámbito en el que los resultados están lejos de ser cuando menos aceptables.

Lo anterior es un indicador claro de que la situación de inseguridad pública que hoy vivimos no es consecuencia de una baja asignación presupuestaria sino de que no hemos tomado las mejores decisiones en la manera de hacer frente y prevenir el delito y la violencia.

El cumplimiento de la ley empieza y se consolida en las acciones diarias de cada persona pero es preciso que la sociedad constate, con el ejemplo que den las autoridades, que la ley deje de ser objeto de negociación para cumplirse y aplicarse en sus términos y no discrecionalmente, que la corrupción se reprueba, persigue y castiga dejando de ser una práctica redituable para quien la lleve a cabo.

La corrupción no es una cultura es una costumbre que debemos cambiar y erradicar de México; estos temas deben tomar en la agenda pública un papel preponderante.