Valentín Gómez Farías es un hombre que cuando es comparado
con las personalidades más sobresalientes del país logra atraer y
sostener la atención del público. Su carácter inflexible, su estricta
moral, su conducta moral, su conducta vertical y su ardiente
deseo de mejorar, determinan de inmediato la opinión en que se le
tiene [...] Sus principios han sido desde siempre los del progreso
rápido y radical. Estos son los principios que se conforman al fuego
de su imaginación y al enérgico temple de su mente.”

José María Luis Mora
Sacerdote, político, ideólogo e historiador

Valentín Gómez Farías nació el 14 de febrero de 1781, en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. Fue médico, diputado liberal y presidente de México durante varios periodos breves[1]. En 1807 se graduó en la carrera de medicina, ejerciendo su profesión en Aguascalientes. Fue ahí donde inició su actividad política al ser elegido regidor del ayuntamiento en 1820, gracias a su destacada labor social[2]. Entre el 7 de noviembre de 1823 y el 24 de diciembre de 1824 participó como diputado por Zacatecas en las sesiones del Congreso Nacional Constituyente, asumiendo como ideología al federalismo. El 28 de diciembre de 1824 rindió protesta como senador por el estado de Jalisco, siendo reelecto en 1826. Llegó a presidir el Senado[3].

Gómez Farías nunca llegó a ser presidente de México, pero fue varias veces vicepresidente en ejercicio de la presidencia, sobre todo cuando ésta estuvo a manos de Antonio López de Santa Anna, y durante la intervención estadounidense. Reformista por convicción, en 1833 se dio a la tarea de organizar el gobierno y contribuyó con el estado de derecho al sentar las bases jurídicas para la separación de la Iglesia y el estado, y abolir los privilegios del clero y el ejército. Fue quien antepuso el principio de supremacía del Estado laico en los asuntos de orden civil[4].

Entre los datos más relevantes de este personaje podemos destacar el haber promovido importantes iniciativas, leyes y decretos, tendientes a reformar el Gobierno: proponían tanto la libertad de pensamiento y de expresión como la prohibición de la intervención del clero y el ejército en asuntos políticos, y obligaban a la desamortización de los bienes de la iglesia. En su opinión, estas propiedades no eran utilizadas en beneficio de los mexicanos, e impedían el desarrollo de la nación. Dichas iniciativas provocaron el descontento de los conservadores y fueron detenidas cuando Santa Anna retomó las riendas del país a finales de 1833, derogando las reformas liberales.

Las leyes de Gómez Farías rompían el monopolio de la Iglesia en la enseñanza, y extendían las posibilidades de adquirir estudios y educación mediante la apertura de escuelas nocturnas para jóvenes trabajadores y la creación de escuelas normales para maestros. También clausuró la Real y Pontificia Universidad de México, herencia virreinal, ya que por el carácter religioso de su educación no podía satisfacer las necesidades de la sociedad del México independiente. La clausura, modernizadora, abrió una nueva etapa para la educación nacional[5].

A Valentín Gómez Farías se le reconoce como Padre de la Reforma[6].Falleció en la Ciudad de México el 5 de julio de 1858. Sus restos fueron trasladados a Mixcoac, para ser inhumados en el jardín de su casa. Algunos años después, el 24 de marzo de 1868, su nombre se inscribió en letras doradas en el recinto de sesiones del Congreso de la Unión[7].