Batalla de la noche victoriosa para los aztecas durante la invasión española.   30 de junio
“Cuando Cortés llegó a echar el pontón sobre el ojo segundo de la calzada, llegaron muchos indios que se lo defendían peleando; pero, en fin, hizo tanto, que los echó y pasó con cinco de caballo y cien peones españoles, y con ellos aguijó hasta la tierra, pasando a nado los canales y quebradas de la calzada, que su puente de madera ya era pérdida.”
 
Francisco López de Gómara
Eclesiástico e historiador español
 
 

Se conmemora el 30 de junio el aniversario de la batalla de la Noche Triste de 1520, plasmada en la historia como una gran victoria mexica y en la cual, por vez primera, Hernán Cortés se vio humillado, junto con sus huestes y aliados.

El conquistador español había llegado a Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519, donde el emperador Moctezuma Xocoyotzin lo había recibido como huésped de honor. Pero Cortés mostró sus verdaderas intenciones poco tiempo después, usando como pretexto la muerte de unos soldados españoles en la zona totonaca en el estado de Veracruz. Por tal razón, hizo prisionero al emperador mexica y lo trasladó al Palacio de Axayácatl, donde se le había dado alojamiento con sus tropas[1].

El 20 de mayo de 1520, Hernán Cortés se vio obligado a dejar Tenochtitlán bajo las órdenes de su capitán Pedro de Alvarado.

Para descubrir nuevas tierras, Hernán Cortés había dejado Cuba sin permiso del gobernador, Diego de Velázquez y éste había mandado a Pánfilo de Narváez en su búsqueda.

Durante su ausencia, la nobleza mexica solicitó a Alvarado permiso para realizar la fiesta en honor a Tóxcatl, el renacimiento del dios principal: Tezcatlipoca. El ritual asustó al soldado castellano, quien decidió terminar el festejo a golpe de espada y lanza. Esa acción pasó a la historia como la Matanza del Templo Mayor, y desencadenó la cólera de los tenochcas. La crueldad de Alvarado levantó la rebelión; a los españoles sólo les quedó refugiarse en el palacio donde se hospedaban.

Cuando Hernán Cortés regresó triunfante al haber derrotado a Narváez, el 24 de junio, la sublevación lo sorprendió. Desesperado ante el ataque de los indígenas decidió, primero, liberar al joven príncipe Cuitláhuac bajo la condición de que frenara el levantamiento. Cuitláhuac se unió a su gente. Entonces, Cortés intentó que Moctezuma calmara a su pueblo.

Muchas historias giran en torno a este evento; pero lo cierto es que ese día el emperador fue asesinado. Se dice que al subir a la azotea resultó herido de una pedrada por sus propios súbditos, ya que lo consideraron traidor[2].

Lo mejor era abandonar la ciudad, y los españoles planearon su retirada. Hernán Cortés supuso que los mexicas darían más importancia a los funerales de su emperador que a la huida de las huestes, y entregó el cuerpo de Moctezuma a su pueblo[3].

El 30 de junio, mientras los mexicas sepultaban a Moctezuma Xocoyotzin y designaban a Cuitláhuac como su sucesor, Cortés preparó su salida por la Calzada del Tepeyac; sin embargo, esta no fue inmediata, y los mexicas lanzaran un nuevo ataque. En la noche de ese día, los españoles volvieron a iniciar su retirada por el camino de Tacuba, pero no pudieron burlar la vigilancia.

Los mexicas se apoderaron del puente y de la calzada, provocando alarma y confusión en las filas españolas; en medio de la lluvia y la oscuridad, éstas se hallaban prácticamente indefensas. No podían usar sus armas de fuego. Además, muchos soldados murieron ahogados al caer al lago arrastrados por el peso de sus propias armaduras y de los cargamentos de oro y plata que transportaban[4].

Hernán Cortés fue derrotado esa noche y perdió a la mayor parte de su ejército, hombres, caballos y armamento. Se dice que, al ver pasar los restos de sus tropas, vencido, lloró de dolor al pie de un viejo ahuehuete[5].

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