Ponciano Arriaga se pronuncia por expedición de Ley Agraria
“La Constitución debería ser la ley de la tierra;
pero no se constituye ni se examina el estado de la
tierra.”

Ponciano Arriaga
Abogado

 

El 23 de junio de 1856, Ponciano Arriaga se pronunció en el Congreso Constituyente por la expedición de una ley agraria. Con este acto se consolidó el derecho de propiedad para los campesinos que trabajan la tierra. En él propuso también fijar límites a la propiedad rural, señalando: "El sistema económico actual de la sociedad mexicana no satisface las condiciones de vida material de los pueblos y cuando un mecanismo económico es insuficiente para su objeto preciso, debe perecer. La reforma para ser verdadera debe ser una fórmula de la era nueva, una traducción de la nueva faz del trabajo, un nuevo código del mecanismo económico de la sociedad futura". Hace más de cien años, los intereses de los latifundistas y la ideología del monopolio de la propiedad dieron origen a las reformas de Ponciano Arriaga, y aún no se han logrado.[1]

Ponciano Arriaga reconoció el derecho de propiedad y su carácter inviolable. Estaba en contra de los abusos, pero destruir el derecho, proscribir la idea de propiedad, no sólo lo consideraba temerario, sino imposible: para él la idea de propiedad lleva inherente la de individualidad, y no se puede concebir al individuo sin propiedad.[2]

De este modo, consideró que "uno de los vicios más arraigados y profundos de que adolece nuestro país... consiste en la monstruosa división de la propiedad territorial", pues:

  1. Mientras pocos individuos están en posesión de inmensos e incultos terrenos, capaces de dar subsistencia a muchos millones de hombres, un pueblo numeroso, crecida mayoría de ciudadanos, gime en la más horrenda pobreza, sin propiedad, sin hogar, sin industria, ni trabajo.
  2. Ese pueblo no puede ser libre ni republicano, y mucho menos venturoso, por más que cien Constituciones y millones de leyes proclamen derechos abstractos, teorías bellísimas, pero impracticables en consecuencia por lo absurdo del sistema económico.

Así, si bien Arriaga reconoció el derecho a la propiedad, también impulsó su organización para que sus "infinitos abusos" pudieran desterrarse. Entre otras cosas, denunció cómo operaba la explotación del trabajo de los campesinos :[3]

  1. Los miserables, sirvientes del campo, especialmente los de la raza indígena, están vendidos y enajenados para toda la vida, porque el amo les regala el salario, les da el alimento y el vestido que quiere, y el precio que le acomoda, so pena de encarcelarlos, castigarlos, atormentarlos e infamarlos, siempre que no se sometan a los decretos y órdenes del dueño de la tierra.

Con las Leyes de Reforma, es importante recordarlo, el clero dejó de ser propietario o poseedor de la tierra, pero no obstante la intención de beneficiar a los más necesitados la Ley Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas, y Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, la propiedad y tenencia de la tierra rural por la falta de candados que no establecieron claramente, no llegó a beneficiar a los campesinos mexicanos: las haciendas y los latifundios crecieron, incrementándose la inconformidad de los jornaleros hasta hacerlos formar parte de la columna vertebral del movimiento político-social de 1910. Indudablemente, el problema agrario fue causa determinante de la lucha revolucionaria[4]. De haberse escuchado a Ponciano Arriaga con más cuidado, quizás otra sería la historia de nuestro país.