Miguel Ángel de Quevedo El apóstol del árbol
“Comprendí que la protección forestal era indispensable para mantener el caudal de las aguas por aprovechar, a fin de surtir energía hidroeléctrica a la Ciudad de México e industrias de sus contornos que consumían gran cantidad de leña en sus calderas.”

Miguel Ángel de Quevedo
Ingeniero e investigador

 

Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta nació en Guadalajara, Jalisco, el 27 de septiembre de 1872. Falleció el 15 de julio de 1946 en su casa de Coyoacán, muy cercana a Los Viveros. Ingeniero, Activista y Defensor del medio ambiente reconocido en México por su labor a favor de la protección de los bosques, por lo que fue reconocido como “El apóstol del árbol". [1]

A la edad de 10 años sufrió la pérdida de sus padres, motivo por el cual se fue a vivir con su tío Bernabé Quevedo, un canónigo que residía en Bayonne, al sur de Francia. Durante su estancia en tierras francesas, se matriculó en colegios ubicados cerca de las montañas, donde los maestros combinaban los conocimientos académicos con la experiencia del trabajo en el campo. Posteriormente, en 1883, ingresó a la Universidad de Burdeos, donde recibió el grado de bachiller en Ciencias. [2]

Años más tarde, en 1887, Miguel Ángel de Quevedo recibió su diploma como ingeniero civil, con especialización en ingeniería hidráulica. Un año más tarde, regresó a México y estaba entusiasmado en poder aplicar lo que había aprendido y difundir la importancia de la protección forestal. Su primer trabajo fue como supervisor de las obras de drenaje, que se enfocaba en el proyecto de desagüe del Valle de México. El resultado fue exitoso porque ocasionó la construcción del Gran Canal y un túnel enorme ubicado en el extremo noreste del valle, que sacaría miles de metros cúbicos de los lagos que rodeaban a la Ciudad de México. [3]

Miguel Ángel de Quevedo prosiguió su labor en 1901 al gestionar la creación de parques y jardines en la Ciudad de México, porque ellos sólo comprendían menos del 2 por ciento de la superficie urbana dentro de la Ciudad de México. Para lograr su objetivo concedió una parte de su rancho ‘‘Panzacola’’ para fundar viveros, terrenos destinados al cultivo de plantas y árboles pequeños para su crecimiento, y que entre la población se Conoce como los viveros de Coyoacán. En el lugar se encuentra el “arboretum” o colección de mis árboles preferidos por Quevedo, entre los cuales hallamos liquidámbar, fresno, ahuehuete, cedro blanco, olmo chino, almez, varias especies de pinos y algunos eucaliptos. [4]

Quevedo fue un personaje destacado en la vida política de la nación. Fue el primero en proponer un proyecto de conservación hidrológica forestal de las cuencas nacionales para un desarrollo agrícola, industrial y biológico. Sus observaciones y planteamientos acertados durante el porfiriato y en los gobiernos posrevolucionarios, fueron excepcionales al plantear el problema de la conservación de los recursos naturales en los distintos niveles de la administración pública. Con base en sus ideas, se originó la creación del sistema de Reservas Forestales que llevó a una creación hidrológica forestal de 33 por ciento, un proyecto apuntado en la agenda política del General Lázaro Cárdenas. Las rupturas y continuidades en las leyes y políticas sobre gestión de recursos naturales y su conservación no serían posibles explicarlas sin la trayectoria de Miguel Ángel de Quevedo, quien representa la continuidad y el cambio en la materia; la bisagra que unifica la perspectiva conservacionista y el desarrollo nacional. [5]

Asimismo, Quevedo fundó el 11 de noviembre de 1921 la Sociedad Forestal Mexicana. Un año después se publicó el primer número de la revista México Forestal, enfocada en temas de conservación y promoción de temas forestales. Quevedo continuó con su lucha por la conservación y aprovechamiento de bosques y sus recursos, lo cual consiguió en 1926 cuando el presidente Plutarco Elías Calles promulgó la Ley Forestal en México. [6]Durante su vida observamos los esfuerzos de un hombre preocupado por el medio ambiente; de manera afortunada reconocidos por el gobierno y los habitantes de la Ciudad de México, ya que su legado sigue en pie y los viveros, son un punto de encuentro para diversas actividades. Finalmente, el ‘‘apóstol del árbol’’ falleció el 15 de julio de 1946.

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