Ingreso de México a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI)
“En la Organización de Estados Iberoamericanos trabajamos desde hace 70 años por la educación, la ciencia y la cultura en Iberoamérica. En esta andadura, hemos asistido a otras situaciones convulsas, a crisis económicas recurrentes, a conflictos bélicos y a violaciones de los Derechos Humanos, pero también hemos sido testigos y protagonistas del ingenio humano en la ciencia, de logros educativos que nadie previó [...].”

Mariano Jabonero
Secretario General de la OEI

 

El 15 de octubre de 1993, México firmó su adhesión a la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI). El momento en que se incorporó a dicha Organización se completó la adhesión de todos los países iberoamericanos de habla española a la OEI[1].

En octubre de 1949 cerca de setecientos educadores procedentes de todos los países de Iberoamérica se reunieron en Madrid y declararon formalmente la existencia de “un modo de pensar y de ser iberoamericanos”. Sintieron la necesidad de crear un instrumento para la cooperación multilateral entre los pueblos de Iberoamericanos. De esa manera nació la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), un organismo internacional de carácter gubernamental con una larga andadura al servicio de la educación, la ciencia y la cultura de nuestros pueblos[2].

En la actualidad, la OEI cuenta con 23 países miembros, y dispone de 16 oficinas regionales en varios de ellos; México cuenta con una. La sede central de su Secretaría General está en Madrid, España.

La OEI es un organismo internacional de carácter gubernamental para la cooperación entre los países iberoamericanos en el campo de la educación, la ciencia, la tecnología y la cultura dentro del contexto del desarrollo integral, la democracia y la integración regional. Su objetivo busca contribuir a fortalecer el conocimiento, la comprensión mutua, la integración, la solidaridad y la paz entre los pueblos iberoamericanos, además de fomentar el desarrollo de la educación y la cultura como alternativa válida y viable para la construcción de la paz ―mediante la preparación del ser humano para el ejercicio responsable de la libertad, la solidaridad y la defensa de los derechos humanos―, así como para apoyar los cambios que posibiliten una sociedad más justa para Iberoamérica[3]. Por otro lado, facilita las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad en los países de Iberoamérica con el análisis de las implicaciones del desarrollo científico-técnico desde una perspectiva social y su valoración y comprensión de sus efectos por todos los ciudadanos[4].

Para los mexicanos y el gobierno resulta de gran importancia pertenecer a Organizaciones Internacionales como la OEI, ya que las agencias internacionales permiten articular el debate sobre la internacionalización de las tendencias educativas contemporáneas. De modo que, al compartir esfuerzos con diversos países en la creación de objetivos y su cumplimiento, es mucho más factible el poder intercambiar estrategias para lograr que los niveles educativos, tecnológicos y culturales de México mejoren.

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