Lázaro Cárdenas Constructor de una política nacionalista y democrática
“En México no debiera haber magnates ni mendigos. Una justa distribución de la riqueza pública daría bienestar a todos los hogares y traería la paz al espíritu del pueblo mexicano, cuyo temperamento no es para ver pacientemente su miseria frente a la opulencia.”
Lázaro Cárdenas
Presidente de México 1934-1940

 

Lázaro Cárdenas del Río fue uno de los presidentes más destacados de la historia de México. Nació el 21 de mayo de 1895 en la comunidad rural de Jiquilpan, Michoacán. El estallido revolucionario de 1910 no afectó la tranquilidad de su pueblo; sin embargo, ese mismo año su padre abandonó su negocio de herbolaria por problemas de salud, que resultaron en su muerte el año siguiente. Debido a esto, el joven Lázaro tuvo que asumir muy temprano el rol de jefe de familia y comenzar su vida laboral, trabajando como aprendiz en la imprenta La Económica, la cual fue un punto de reunión del círculo de liberales ilustrados del pueblo, quienes tenían una idea muy clara sobre el despojo de tierras a comunidades indígenas, la explotación de los campesinos, la concentración de la riqueza y la desigualdad. Fue en este espacio que Cárdenas comenzó a formarse políticamente. [1]

En 1913, después del golpe de Estado que derrocó al presidente Francisco I. Madero, Cárdenas fue delatado a los federales huertistas por haber impreso un manifiesto revolucionario y, ante la posibilidad de ser aprehendido, se enlistó en las fuerzas revolucionarias a los 18 años. En 1915 inició una de las relaciones más determinantes de su carrera política cuando conoció a Plutarco Elías Calles, quien se convirtió en su mentor. Tras una extensa y exitosa trayectoria militar, Cárdenas fue electo gobernador del estado de Michoacán en 1928 con apoyo tanto de la sociedad michoacana como de los políticos más fuertes de su momento: el presidente Calles y el caudillo Álvaro Obregón. Su gestión tuvo un fuerte énfasis en el reparto agrario y la educación, elementos que serían fundamentales para su posterior proyecto nacional. Tan solo dos años después de asumir el puesto, el número de escuelas en Michoacán aumentó de 357 a 899 y se triplicó el número de maestros y alumnos. Esto se logró gracias a medidas drásticas como dedicar el 47 por ciento del presupuesto estatal a educación en su segundo año de gobierno.

En julio de 1928, después de ser electo presidente, Álvaro Obregón fue asesinado, complicando la situación política del país. Entre esa fecha y 1934, durante el periodo conocido como el Maximato, México tuvo tres presidentes que respondían a la autoridad del exmandatario Calles, apodado el “Jefe Máximo”. En marzo de 1929 se convocó a la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), que Calles y sus colaboradores más cercanos concibieron con el fin de poder prescindir de la figura del caudillo y lograr una transición hacia una política plenamente institucional. Cárdenas brilló en este contexto de crisis, asumiendo la presidencia del Comité Ejecutivo del PNR a fines de 1930 y convirtiéndose en uno de los políticos más prominentes del país. En enero de 1933 fue nombrado secretario de Guerra y Marina, cargo del cual se separó para aceptar la postulación del PNR a la presidencia de la república en mayo de 1933, a sus apenas 38 años. Después de una extensa campaña enfocada en promover la organización de los trabajadores y la educación pública basada en los valores revolucionarios, Lázaro Cárdenas tomó posesión como presidente de México el 30 de noviembre de 1934. [2]

Calles no estaba dispuesto a abandonar sus posiciones de poder y consideraba que podría influir tanto en la presidencia de Cárdenas como lo había hecho en la de Pascual Ortiz Rubio (1929-1931), a quien prácticamente hizo renunciar. Por lo tanto, para vencer la resistencia de Calles —así como la de las oligarquías nacionales, los intereses de gobiernos y capitales extranjeros y los grupos conservadores— Cárdenas se apoyó en la fuerza de los trabajadores, campesinos y burócratas, desarrollando un activismo para promover su organización y la satisfacción de sus demandas a cambio del respaldo a su presidencia y su incorporación corporativa al partido oficial. Gracias a este proceso, el Estado adquirió una enorme legitimidad y fuerza. Así, el apoyo corporativo de las organizaciones de masas y la consolidación del poder presidencial se convirtieron en los pilares del desarrollo económico y la estabilidad política que caracterizó al país en las décadas posteriores.

Para llevar a cabo su proyecto nacional, Cárdenas necesitaba, además del apoyo del ejército y de la burocracia, de las masas organizadas de trabajadores y campesinos. La política de masas comandada por el Estado para fortalecer al gobierno y vencer las resistencias sociales y económicas a su ambicioso programa de reformas llegó a su punto más alto en el sexenio de Cárdenas. El nuevo gobierno alentó la organización, la lucha y la movilización de los trabajadores atendiendo sus demandas. El presidente apoyó las demandas salariales, la sindicalización y los contratos colectivos que establecían mejores condiciones laborales para los trabajadores y presionó a los patrones para que cumplieran con esas peticiones. Este proceso culminó en 1936 en la creación de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la cual, encabezada por el sindicalista marxista Vicente Lombardo Toledano, se convirtió en la central obrera más fuerte del país y en uno de los pilares centrales del régimen cardenista. Asimismo, la organización de los campesinos se consolidó con la creación de la Confederación Nacional Campesina (CNC) en 1938. [3]

Sin embargo, el éxito de Cárdenas no se debió simplemente a la fuerte presión que pudo ejercer desde la presidencia, sino al hecho de que su gobierno llevó a cabo una política obrera y agraria que respondía efectivamente a las necesidades y demandas de las masas trabajadoras y campesinas, mejorando de forma tangible sus condiciones de vida. Los obreros obtuvieron incrementos salariales y contratos colectivos favorables mientras que los campesinos recibieron tierras, asistencia técnica y créditos como nunca antes. Todo esto sentó las bases para uno de los logros más destacados y trascendentales del cardenismo: la expropiación petrolera, que nacionalizó lo que en ese entonces era la industria más importante del país. [4]

El proyecto nacional de Cárdenas significó un intento por fortalecer al Estado para lograr un equilibrio entre los capitalistas y los trabajadores para reducir la desigualdad social y económica. Las reformas cardenistas y las instituciones que él consolidó permitieron el desarrollo económico y la relativa estabilidad política que gozó el país durante las décadas posteriores. Es por estos logros extraordinarios que “la memoria de Cárdenas se formula como una historia heroica […] como un relato mítico” y que el exmandatario “tiene una presencia permanente en nuestra vida cotidiana, la realidad ofrece todos los días imágenes y referencias al personaje.” [5]

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