Día de Muertos Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad
“Decían los antiguos que cuando morían, los hombres no perecían, sino de nuevo comenzaban a vivir, casi despertando de un sueño y se volvían en espíritus o dioses, y cuando alguno se moría, de él solían decir que ya era teotl”.

Fray Bernardino de Sahagún
Historia General de las cosas de la Nueva España

 

El Día de Muertos, es una festividad de origen prehispánico que se lleva a cabo el primero y segundo de noviembre en todas las comunidades indígenas del país; siendo una de las tradiciones mexicanas más significativa, donde los vivos se preparan para recibir a sus muertos y convivir con ellos; esta conmemoración comenzó a formar parte de la lista del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), a partir del 7 de noviembre de 2003, la cual busca que sus actores tengan clara conciencia de su valor y prevalencia.[1]

La celebración del Día de Muertos tiene su origen desde mucho antes de que los conquistadores españoles llegar a colonizar México, ya que existen registros de esta celebración realizada en culturas como la totonaca, mexica, purépecha y maya. La rememoración se originó en la época prehispánica, cuando se le rendía un tributo a la muerte, la cual tenía lugar en la última semana de octubre y hasta los primeros días de noviembre. La muerte era concebida como el inicio del viaje hacia el Mictlán (lugar de los muertos), en el cual el alma del difunto debía atravesar diversos obstáculos hasta llegar con Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y Mictecacíhuatl (señora de los muertos). Al llegar con los dioses del Mictlán, se les debía hacer una ofrenda para así conseguir el descanso eterno. Posteriormente, con la llegada de los españoles la tradición fue modificada a fin de evangelizar a los pueblos indígenas[2].

Las ofrendas del día de muertos son altares de origen prehispánico, dicha evocación de este día se lleva a cabo entre finales de octubre y los primeros días de noviembre, popularmente se asocia principalmente a los días 1 y 2 de noviembre. En estas fechas se celebra el retorno transitorio a la tierra de los familiares y seres queridos fallecidos; la conmemoración de los difuntos se divide en dos categorías y en un día específico de culto en función de la edad y causa del fallecimiento. De acuerdo con el calendario católico, el 1º. de noviembre corresponde a Todos los Santos, día dedicado a los niños, y el 2 de noviembre a los Fieles Difuntos, es decir, a los adultos. En algunos lugares del país el 28 de octubre se destina a las personas que murieron a causa de un accidente o de manera trágica, y el día 30 se espera la llegada de las almas de los niños que murieron sin haber sido bautizados[3].

En diversas comunidades indígenas, la festividad la llevan a cabo en los cementerios, adornan o decoran las tumbas, se hacen altares y ofrendas sobre las lápidas o, incluso, se limpian los huesos de las personas enterradas. En la actualidad, las ofrendas son variadas, esto depende de la combinación de la tradición, arte y creatividad, pero lo que siempre se procura es que todas tengan cempasúchil, la “flor de los muertos”[4].

Elementos esenciales de las ofrendas.

  • Fotografía de los difuntos. Es común colocar foto de las personas fallecidas.
  • Incienso o copal. Siendo la guía olfativa para que nuestros muertos puedan llegar con nosotros.
  • Veladora. Que representan el fuego y luz, de igual manera funciona como una guía para las almas.
  • Agua. Elemento que simboliza pureza, y de igual manera mitiga la sed de las animas después de su largo recorrido.
  • Flor de cempasúchil. Se utiliza para decorar a crear caminos que guíen los espíritus de nuestros muertos.
  • Calaveritas. En la antigüedad si se utilizaban cráneos de verdad, en la actualidad fueron sustituidas por calaveritas de azúcar, chocolate o amaranto, cada cráneo representa a un difunto.
  • Pan de muerto. Es una representación del esqueleto de los difuntos.
  • Sal. Es el elemento principal de purificación para que el cuerpo del difunto no se corrompa y pueda transitar entre este mundo y el de los muertos.
  • Papel picado. A parte de dar color a la ofrenda, representa el elemento del aire[5].

Las fiestas indígenas dedicadas a los muertos están altamente arraigadas en la vida cultural de los pueblos indígenas de México. Esta fusión entre ritos religiosos prehispánicos y fiestas católicas permite el acercamiento de dos universos, el de las creencias indígenas y el de una visión del mundo introducida por los europeos en el siglo XVI[6].

De manera análoga podemos relacionar la conmemoración de esta fecha con los derechos de los pueblos y comunidades indígenas estipulados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, debido a que el artículo 2º señala desde la reforma indígena del 14 de agosto de 2001 que: “La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas.” Por otro lado, nos dice que la Constitución Política reconoce y garantiza el derecho de los pueblos y las comunidades indígenas a la libre determinación y, en consecuencia, a la autonomía para: “Preservar y enriquecer sus lenguas, conocimientos y todos los elementos que constituyan su cultura e identidad"[7].

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