“Para tratar la fístula y facilitar atención médica de seguimiento a mujeres, debemos saber más sobre cuántas mujeres y niñas necesitan servicios y dónde viven. En la mayoría de los casos, el estigma obliga a las mujeres que viven con la fístula a permanecer escondidas y las aísla de sus familias y comunidades.”
Babatunde Osotimehin
Director Ejecutivo del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)

 

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la resolución A/RES/67/147 en 2013, con el objetivo de mostrar apoyo a los esfuerzos que se hacen para terminar con la fístula obstétrica, asimismo, designó la celebración del Día Internacional para la Erradicación de la Fístula Obstétrica. En el documento de referencia, se destacó que algunas causas subyacentes para la fístula obstétrica son los vínculos que existen entre la pobreza, la malnutrición, la falta de servicios de atención de la salud o servicios inadecuados o inaccesibles, la procreación prematura, el matrimonio en la infancia, la violencia contra las mujeres y las niñas, así como la discriminación por motivos de género .[1]

La fístula obstétrica es una de las lesiones más graves y trágicas que pueden ocurrir durante el parto. Se trata de un orificio entre el canal del parto y la vejiga o el recto causado por la prolongación u obstrucción de un parto sin recibir tratamiento médico oportuno de alta calidad. A consecuencia de esta lesión, la mujer no tiene control de la orina, las heces o ambas, y con el paso del tiempo deriva en afecciones médicas crónicas, depresión, aislamiento social y una profundización de la pobreza .[2]

Se estima que cada día unas 800 mujeres en todo el mundo pierden la vida a raíz de complicaciones del embarazo o del parto. Por cada mujer que muere debido a causas relacionadas con la maternidad, se estima que al menos otras 20 mujeres enferman por estas causas, y una de las más graves consecuencias es la fístula obstétrica .[3]

Al igual que la mortalidad materna, la fístula se puede prevenir casi por completo. Sin embargo, cientos de miles de mujeres en África, Asia, la región árabe y América Latina viven con esta afección, y cada año se presentan nuevos casos. De igual manera en algunas comunidades, la condición se ve como un castigo o una maldición por un supuesto delito, más que como una condición médica .[4]

La mayoría de los casos de fístula obstétrica afectan a mujeres pobres que viven en culturas donde la situación socioeconómica y la autoestima de la mujer dependen casi por entero de su matrimonio y su capacidad para procrear. Lo anterior debido a que, las fístulas obstétricas se siguen produciendo porque los sistemas de asistencia sanitaria son incapaces de prestar asistencia de salud materna accesible y de buena calidad, en particular planificación familiar, atención calificada del parto y asistencia obstétrica de urgencia básica y completa, y tratamiento asequible de la fístula .[5]

Asimismo, conforme al tratamiento podemos encontrar que, normalmente la fístula puede repararse mediante la cirugía reconstructiva. Lamentablemente, es frecuente que las mujeres y niñas que sufren esta lesión no sepan que existe tratamiento, no puedan permitírselo o no tengan acceso a centros en los que se ofrezca. A esto se suma la escasez de cirujanos altamente capacitados y especializados que presten el tratamiento. Lo lastimoso de esto es que, al ritmo que avanza el problema al día de hoy, muchas mujeres y niñas que viven con fístula morirán antes de que se les brinde tratamiento. El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) brinda visión estratégica, orientación y apoyo técnicos, así como suministros médicos, capacitación y fondos para la prevención y el tratamiento de la fístula, además de para programas de reinserción social relacionados con este trastorno. De igual forma fortalece los servicios de salud reproductiva y de atención obstétrica de urgencia para evitar que se produzca esta lesión .[6]

Finalmente es importante mencionar que, la lucha para la erradicación de la fístula obstétrica, podría verse amenazada por la pandemia de COVID-19. Se prevé que existan 13 millones más de matrimonios infantiles en el curso de 10 años a causa de la pandemia, ya que es probable que muchas familias se apresuren a casar a sus hijas para reducir el costo de cuidarlas, especialmente ante las consecuencias económicas del coronavirus. Es por ello que, en el año 2020 se emitió un mensaje claro: "¡Fin a la desigualdad de género! ¡Fin a las desigualdades en sanidad! ¡Fin a la Fístula ya!". En la medida en que los sistemas de salud en todo el mundo luchan por hacer frente a la respuesta de la pandemia, los servicios de salud sexual y reproductiva corren el riesgo de ser marginados. La negación de estos servicios es especialmente devastadora para las mujeres y niñas que ya de por sí se enfrentaban a barreras económicas, sociales, culturales y logísticas antes del coronavirus .[7]

Por otro lado, es importante destacar que, la atención de la fístula obstétrica es más que una cuestión de salud, es un imperativo de derechos humanos. Este problema es una de las consecuencias más devastadoras de la falta de atención en el parto y un ejemplo claro de lo peor que trae consigo la desigualdad. En el acuerdo firmado por todos los países miembros, se señala que aunque hoy día la fístula es un fenómeno casi inexistente en los países industrializados, sigue afectando a las mujeres y las adolescentes más pobres de muchos países en desarrollo. Si no se atiende puede contribuir al aislamiento social y a la depresión y provocar problemas de salud crónicos e incluso la pérdida fetal . [8]

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