Ejecución de los hermanos Juan, Francisco y Felipe Escudero Reguera, acapulqueños, sindicalistas defensores de la clase trabajadora en Guerrero
“A la muerte de Juan R. Escudero, su partido, el Obrero de Acapulco, POA, mantendrá el gobierno municipal. Militantes del mismo cubrirán el período que aquél no pudo ejercer por presiones políticas del centro, pero básicamente por su dolorosa incapacidad física”.
 
Anituy Rebolledo Ayerdi
Historiador y periodista acapulqueño
 
 

Juan Ranulfo Escudero Reguera fue un líder sindicalista obrero e ideólogo socialista del puerto de Acapulco, estado de Guerrero. Fue presidente municipal y su compromiso con los obreros le ocasionó la expulsión del estado y algunos atentados contra su vida. El 21 de diciembre de 1923 fue ejecutado en El Aguacatillo junto a sus hermanos Francisco y Felipe, todos miembros del Partido Obrero de Acapulco (POA).

Juan Ranulfo, candidato del POA, llegó a la presidencia municipal de Acapulco el 1 de enero de 1921. Entre otras cosas, Escudero Reguera fue fundador de la Liga de Trabajadores y Obreros del Puerto de Acapulco (LTOPA). Este personaje, autodidacta, estudió Leyes por correspondencia, pues quería luchar también en el terreno del Derecho. Conocía bien a los acapulqueños y éstos a él, tanto así que le demostraron su confianza dándole su voto en las urnas.

Desde el inicio de su mandato sus enemigos se hicieron presentes. Juan Ranulfo Escudero los enfrentó, defendiendo a los trabajadores porteños y campesinos, obreros y pescadores, hombres y mujeres, contra los abusos y la corrupción. En mayo de 1922, fuerzas policiales entraron al Palacio Municipal disparando. Lo hirieron, dejándole una pierna inutilizable; no obstante, sobrevivió. Ese año, el POA volvió a ganar las elecciones[1].

La situación se desbalanceó al año siguiente. A consecuencia del levantamiento del 1 de diciembre de 1923 –cuando en Iguala se sublevó el general Rómulo Figueroa contra el gobernador Neri– Juan fue nombrado general por el presidente Álvaro Obregón, y sus hermanos Felipe y Francisco, coroneles. La posición privilegiada y el control del ejército que estas posiciones daban a quienes la oligarquía de Acapulco consideraba enemigos, provocó la alerta de ésta: enviaron a sobornar al jefe de la guarnición local, el coronel Crispín Sámano y al mayor de órdenes de la plaza, Juan S. Flores, para eliminar a los hermanos.

El 15 de diciembre, un pelotón tomó por asalto la casa donde se encontraban Juan, Felipe y Paco Escudero. Los llevaron en calidad de presos a la cárcel militar del Fuerte de San Diego[2]. Cinco días estuvieron ahí, sin saber jamás cómo, afuera, sus familiares, amigos, y compañeros de lucha y vida eran burlados por Sámano, quien les hizo creer que los Escudero no morirían sino serían desterrados a San Francisco, California, Estados Unidos. Incluso se les mencionó que contarían con el apoyo del capitán del buque estadounidense Fairhaver[3]. No obstante, vieron zarpar la nave sin sus compañeros a bordo.

El 21 de diciembre, durante la madrugada, los soldados custodios en la prisión vieron entrar a unos civiles armados –Chalío Radilla, Policarpo Ramírez y Emigdio García–, quienes alegaban tener órdenes de Sámano para llevarse a los presos. Uno de ellos, Radilla, llegó a amenazar al jefe de la guardia, obteniendo así el efecto deseado: los hermanos Escudero fueron entregados a los tres paramilitares[4].

Según diversas fuentes, Juan no podía caminar. Felipe y Paco lo cargaron, cegados por la intensidad de la luz que les había sido negada por días. Maniatados, fueron arrojados dentro del camión de una fábrica de jabón, el cual tomó camino hacia Las Cruces y se detuvo en El Aguacatillo, en La Venta, a las afueras del puerto. En el camino, Felipe había logrado desatarse; sorprendiendo a Ramírez, le había quitado el rifle, amenazando con él a Radilla. Sin embargo, nada había pudo hacer ante el culatazo de García, quien le golpeó la cabeza con saña.

En el Aguacatillo, los tres hermanos fueron arrojados a tierra desde la plataforma del camión de carga. Pateados, golpeados y humillados, cayeron al suelo; no obstante, no pidieron clemencia y fueron ejecutados en el acto. Felipe recibió catorce impactos; Paco, cinco. Juan, el principal, recibió siete, más un último impacto en la nariz, descerrajado por Radilla antes de marcharse. Sin embargo, no había muerto.

Al amanecer, un campesino lo vio. Juan le pidió avisar al comisario de La Venta, quien era un hombre de su confianza. Cuando se corrió la voz, Carmen Galeana de Solano y María de la O., luchadoras obreristas, pidieron el camión a su compañera Teresa de Ponce. En él viajaron los amigos hasta el lugar de la matanza y levantaron los cuerpos. A Juan lo abrigó Carmen de Solano: a ella dijo los nombres de los asesinos antes de morir. También le pidió mantener la lucha. Los obreristas honraron esta última petición.

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