Fallece Francisco Zarco, Defensor de la Libertad de Imprenta
“Cuando a un hombre se le considera como el escritor liberal más importante de la Reforma, el promotor del periodismo nacional, el cronista parlamentario por antonomasia, y se da cuenta de que su fructífera y penosa vida tuvo tan solo cuarenta años de existencia, durante el periodo más difícil del México independiente, se tiene que reconocer y valorar la obra de Francisco Zarco Mateos.”

Manuel González Oropeza
Docente, escritor, jurista e historiador mexicano

 

Francisco Zarco Mateos nació el 4 de diciembre de 1829 en la ciudad de Durango. Su formación transcurrió entre el Real Colegio de Minas, en la ciudad de México y Toluca, aunque fue en gran medida autodidacta, al grado de la erudición, inclinándose muy particularmente por el derecho.

Gracias a su conocimiento de varios idiomas, a los 15 años obtuvo un empleo en la Secretaría de Relaciones Exteriores, el que desempeñó brillantemente, por lo que el titular de dicha dependencia lo nombró oficial mayor. En 1847, cuando el ejército estadounidense tomó la Ciudad de México, Zarco se trasladó a la ciudad de Querétaro para cumplir una de las responsabilidades más importantes: redactar las Actas del Consejo.

La vida de Francisco Zarco transcurrió en una época sumamente agitada: a ocho años de la independencia, la nación aún no lograba integrarse y estabilizarse y, en ese terreno, dos bandos se disputaban el poder: uno aristocrático, proborbónico, centralista, y el otro independentista y federalista, todo ello bajo el gobierno de Santa Anna y con un pueblo iletrado, dominado por la jerarquía eclesiástica. Así, no faltó quien dijera que México era un Estado que por la noche se acostaba liberal y por la mañana despertaba conservador.

Desde muy joven, aun antes de 1850, Francisco Zarco comenzó a publicar en distintos diarios como El Demócrata, El Siglo Diez y Nueve, Álbum de las Señoritas Mexicanas y, aunque escribía también sobre ópera, teatro, artículos de costumbre y de muchos otros temas, en sus artículos políticos quedaba más que demostrado su profundo conocimiento en esta materia. En esta nación en ciernes, en la que todo está aún por hacer, fue invaluable la pluma de Zarco, porque es capaz de hacer diagnósticos y de proponer soluciones[1].

En un entorno en el que los conservadores y el poderoso aparato ideológico de la Iglesia se apuntalan y fortalecen mutuamente, los liberales necesitaban construir un aparato ideológico capaz de contener la influencia de la Iglesia y contribuyera a conquistar el derecho de pensar con libertad. Esa es la tarea que Francisco Zarco asumió con pasión, ejerciendo un periodismo liberal, nacionalista y anticlerical, que formara una opinión pública y aportando elementos de juicio.

Zarco difunde sus argumentos de defensa del liberalismo, al tiempo que desmiente que exista la objetividad en el periodismo. Sus crónicas parlamentarias no son solo registro y memoria de una discusión, sino que orienta sobre el tema y defiende esa perspectiva.

Fue nombrado jefe de redacción de El Siglo Diez y Nueve por el ilustre impresor Ignacio Cumplido, en donde continuó escribiendo sobre literatura, historia, crítica, crónica y artículos de costumbres, pero también buscaba exhibir a los políticos deshonestos, ridiculizándolos, y concientizar políticamente a la sociedad mexicana. En el periódico Las Cosquillas su crítica se volvió más satírica, hasta el punto de llegar a llamarle el ministro Zarcasmos, (de Zarco). Aquí, como en El Demócrata, recrudeció sus críticas al presidente Mariano Arista y, en consecuencia, se intensificó la persecución política, sin embargo, hizo valer su fuero y logró que se desechara la acusación en su contra.

Su oposición a Santa Anna lo llevó a exiliarse en Nueva York durante alrededor de un año. Aun así, se abstuvo de publicar sobre política, y se limitó –y esto es un decir– a escribir artículos literarios bajo el seudónimo de Fortún. Días después del fin de ese régimen arbitrario que a través de la ley de imprenta vigente prohibía toda crítica política, Zarco publicó el Plan de Ayutla y el primer editorial a favor de su causa.

En 1856 fue electo diputado por Durango al Congreso Constituyente, de corte liberal, en donde formó parte de la Comisión Redactora de la Constitución, tarea difícil, dada la oposición de las facciones reaccionarias y sus tramposas tácticas. Ahí tuvo una gran cantidad de intervenciones, todas brillantes, al mismo tiempo que redactaba la Crónica del Congreso Constituyente Extraordinario de 1856-1857. Durante toda su trayectoria, pero especialmente en el Congreso, Zarco da prioridad a los derechos humanos. Esta es la primera Constitución federal que los establece como “derechos del hombre”. Defendería con vehemencia el derecho a una libertad de prensa independiente y absoluta.

También luchó por el derecho al debido proceso, por la libertad de tránsito, de organización, y de comercio; apoyó la educación y se opuso a la leva y a la pena de muerte. De igual manera, propuso crear una comisión para atender los problemas de los indígenas.

Zarco escribió asimismo el Manifiesto a la Nación que precedió a la proclamación de la nueva Constitución de 1857[2].

En 1860 nuevamente fue encarcelado por “delitos de opinión”, y a los siete meses fue liberado gracias al triunfo de los liberales. En 1861 el presidente Juárez, creyendo oportuno comenzar a aplicar las leyes de Reforma, reestructuró su gabinete, incluyendo en él a los más radicales miembros del partido liberal: Pedro Ogazón en Gobernación, Guillermo Prieto en Hacienda, Ignacio Ramírez en Justicia y Francisco Zarco en Relaciones Exteriores[3].

Con la salud deteriorada a causa de persecuciones, encarcelamientos, tortura y exilios, Francisco Zarco, ejemplo del periodismo combativo, incisivo y comprometido, falleció el 22 de diciembre de 1869, cuando apenas tenía 40 años de edad, no sin haber dejado un enorme legado en temas que han sido preámbulo de los derechos humanos. Se ha llegado a afirmar que “las coordenadas de la discusión que pusieron los liberales del Congreso Constituyente de 1956-1957, siguen siendo las mismas en las que se da hoy el debate público en nuestro país"[4].

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