Juan Antonio Mateos  Paladín de la Libertad de Expresión. Nacimiento 24 de junio
“Usted ha alcanzado un titulo a la eterna gratitud de México, porque al
enriquecer su literatura con una producción mas (El sol de mayo),
consigna en ella uno de los episodios mas épicos de nuestra historia.”

Hilarión Frías y Soto
Abogado médico, escritor, historiador y político

 

Juan Antonio Mateos nació el 24 de junio de 1831. Murió el 29 de diciembre de 1913 en la Ciudad de México. Fue un periodista, orador, abogado, dramaturgo y, principalmente, novelista. En 1857 se recibió como abogado en el Colegio de San Juan de Letrán.[1]

A la edad de 24, Mateos comenzó su carrera de periodista político, con el artículo “La reacción” en “El Monitor Republicano”. Durante la invasión francesa estableció en la capital algunos periódicos, desafiando valientemente la terrible penalidad del Código Militar aplicado a las leyes de imprenta.[2]

Su producción más valiosa la constituyen sus novelas históricas, las cuales empezó a publicar a la caída del Imperio de Maximiliano. Triunfó con El cerro de las campanas y El sol de mayo, ambas de 1868: son dos narraciones cuyo centro es la época de la intervención francesa. Noveló diferentes episodios de la Independencia de México en Sacerdote y caudillo y Los Insurgentes, las dos de 1869, y dejó estampadas otras muchas novelas, como Sor Angélica.[3]

Debido a su talante liberal y progresista, Antonio Mateos siempre fue propenso a manifestar su abierta oposición al lujo y a la agresividad militar de la corte de Maximiliano. Al haber expresado estas ideas en un artículo periodístico en “La Orquesta”, fue condenado a prisión.[4]

Cuando recobró su libertad, Mateos volvió al ojo público con una dura crítica contra el proyecto de colonización del Estado de Sonora. Esto le acarreó una nueva condena por parte de las autoridades, esta vez en forma de destierro (primero en San Juan de Ulúa y luego en Yucatán). Se alistó en las tropas del general Porfirio Díaz y tomó parte activa en las numerosas batallas que, a la postre, lograron la restauración de la República. Juárez, ya elevado a la dignidad de Presidente, reconoció oficialmente la actividad militar e ideológica de Mateos y le nombró Secretario del Suprema Corte de Justicia. Fue también diputado y director de la Biblioteca del Congreso.[5]

Fragmento de su obra “El cerro de las campanas”:

Aquí, donde ustedes me ven, yo debía estar en Francia, ya estaba en la lista de los prisioneros, cuando mi general Berriozábal montó en su caballo, en los bigotes de los franceses, y dijo: por aquí que no peco, y se salió a la pura canilla; yo que también soy hijo de mi madre, dije: pies, para qué os quiero, y seguí al general hasta ponernos en salvo; mi coronel Fernández se había escapado primero que yo, lo busco, lo encuentro y ¡cataplum! un abrazo, y en la orden general se me dio a reconocer como ayudante de la persona. Yo no he de dejar la revolución hasta dejar la zalea en manos de los gabachos… ¡Qué demonio!, el coronel no aparece y la tropa sigue de prisa su retirada; esperen aquí un momento, voy a darle unas pocas de ansias.[6]