Manuel Buendía Téllez G Promotor del periodismo crítico y defensor de la libertad de expresión
“¿En dónde radica el valor de Buendía? En su buena información, su buena prosa, su capacidad de denuncia, su falta de miedo y su archivo. Buendía recuerda, coteja, comprueba. En un país como el nuestro de memoria convenenciera, Buendía se instituye en nuestra memoria porque él sí se ha puesto a consignar todo lo que nosotros olvidamos o confundimos en un infame batidillo.”
Elena Poniatowska
Prólogo al libro La CIA en México, de Manuel Buendía

 

El 30 de mayo de 1984, Manuel Buendía Téllez Girón, considerado el periodista más influyente y leído de México en la segunda mitad del siglo XX, maestro formador de reporteros y símbolo del gremio periodístico fue asesinado en la Ciudad de México al salir de su oficina, en el cruce de las avenidas Paseo de la Reforma e Insurgentes. Su independencia e innovación en el ámbito de la investigación y la divulgación fue un ejemplo para sus contemporáneos y una herencia de lucha desde las letras para las generaciones posteriores.

Mediante una aguda observación, argumentos certeros y directos, Manuel Buendía expuso temas fundamentales sobre el contexto político y social de la segunda mitad del siglo XX, principalmente del escenario mexicano. Entre los temas que desarrolló se vislumbra la denuncia de la ultraderecha, tanto mexicana como extranjera, la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) en México, el Opus Dei y la influencia del clero católico en este país, así como la riqueza corrupta de los funcionarios públicos de entonces, a quienes expuso con nombres y apellido, los caciques y su poder, entre otros. [1]

Asimismo, Buendía dedicó un considerable número de escritos en sus columnas “Para control de usted”, “Soles” y “Red Privada” con el objetivo de ofrecer un testimonio crítico de los gobiernos de Luis Echeverría, José López Portillo y Miguel de la Madrid y denunciar los problemas sociales y urbanos del México, las grandes brechas del sistema político mexicano y la falta de respeto del Estado por los derechos humanos de los ciudadanos. Ejerció el periodismo de opinión en diversos medios de difusión, como programas de Radio en la "Onda política", a través de televisión en Canal 11 y con sus columnas "Lo dicho, dicho", "Del dicho al hecho" y en "Del dicho al hecho”, entre otras. Además, condujo el programa "Día con día" que se transmitió en el Canal 13.

Perteneció al Club de Periodistas y fundó junto con algunos de sus colegas la Unión de Periodistas Democráticos. Asimismo, en 1982 participó en la fundación del semanario Punto y más tarde creó el Ateneo de Angangueo dónde se abordó desde el humor la crítica a las acciones incorrectas de los políticos. Valiente y franco, cómo se le suele recordar dedicó su vida a la investigación y expuso sin miedo los secretos del Estado, del sistema y de los políticos viciados de poder. Don Manuel Buendía pensó que:

“…el periodismo es esencialmente información. Por tanto, el periodismo es un instrumento de la comunicación social, y, en consecuencia, el periodismo es parte de la política. Todo periodismo pertenece a la política. Es la política en acción…” [2]

Defendió el derecho a la información y a la comunicación.[3] Debido al contenido de sus publicaciones numerosas ocasiones fue víctima de censura y finalmente su asesinato es la prueba fehaciente del irrespeto del Estado mexicano por los derechos humanos de expresión, de la vida, la dignidad y a la libertad de prensa, que se expresó mediante el amparo e impunidad que hubo en el proceso de investigación del crimen.

Su asesino, un hombre que posteriormente fue identificado como Rafael Moro Ávila, agente de la Dirección Federal de Seguridad (DFS) argumentó que su acción fue encomendada por su jefe José Antonio Zorrilla Pérez, persona a quien el periodista investigó por vínculos con el narcotráfico. Sin embargo, según numerosas pruebas presentadas la polémica no limitó solo a estos tres actores sociales. Ángel Buendía, el hermano del periodista, afirmó en su libro “Mi Testimonio”, publicado en 1999, que la razón fundamental del crimen fue el conocimiento que había logrado obtener su hermano Manuel sobre los vínculos de las autoridades mexicanas con el narcotráfico y sobre la operación ilegal del gobierno estadounidense destinada a entregar armas a la contra nicaragüense. [4]

Su vida fue un ejemplo continuo e incansable de la defensa de los derechos de expresión y libertad de prensa en su ejercicio periodístico. Su asesinato, por otro lado, es la prueba del irrespeto de los derechos humanos fundamentales de los periodistas, cometidos y amparados por el Estado y las fuerzas del crimen organizado. Fenómeno que desafortunadamente no ha sido erradicado.

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