Margarita Maza de Juárez Promotora del liberalismo
“Margarita fue una republicana, tenía gran respeto por las cosas públicas y participo en todas las formas que pudo, como esposa, madre, colaboradora política y representante diplomática. Compartió la ideología liberal y anticlerical con Juárez.”
Patricia Galeana
Historiadora

 

El 2 de enero de 1871 murió Margarita Maza Parada a los 45 años, representante de las liberales mexicanas, quien coordinó los esfuerzos de la sociedad civil para aportar recursos a la lucha contra la intervención extranjera y digna diplomática representante del gobierno republicano en los Estados Unidos. Fue esposa, apoyo y consejera del presidente Benito Juárez.

Margarita Maza nació el 29 de marzo de 1826 en la ciudad de Oaxaca. Fue hija adoptiva de Antonio Maza Padilla y Petra Parada Sigüenza, quienes la acogieron al nacer y criaron sin distinción como la hija menor de la familia. Margarita Maza gozó de una infancia en un hogar cómodo y con algunos lujos donde se propició su adecuada educación. Su familia se caracterizaba por siempre mostrar solidaridad con quienes tenían menos oportunidades. En 1819, la familia Maza Padilla también había acogido a Benito Juárez, niño zapoteco de doce años que llegó a la misma casa.

Sus cuarenta y cinco años de vida coincidieron con los momentos más álgidos de la historia decimonónica de México: vivió la guerra contra los Estados Unidos, la revolución de Ayutla, la Guerra de Reforma, la Intervención Francesa y el Segundo Imperio.

El 31 de julio de 1843 Margarita Maza se casó con Benito Juárez, quien ya era un prominente abogado. Ella había cumplido diecisiete años; él, treinta y siete, con una diferencia de edades que era común en los matrimonios de la época. Procrearon doce hijos: nueve mujeres y tres hombres. Cinco de ellos tres mujeres y dos hombres murieron siendo pequeños; José, a quien llamaban “el Negrito”, falleció a los siete años, lo que sumió en una profunda depresión a sus padres. [1]

Margarita Maza, a lo largo de su vida junto a Juárez y gracias a sus propios razonamientos, tras experimentar los abusos del clero, desarrolló su ideología liberal y su anticlericalismo. Fue una mujer de gran inteligencia, iniciativa y carácter decidido. Fue capaz de dispensar consejos políticos al Benemérito de las Américas en su lucha por la tolerancia religiosa y la creación de un Estado laico en México. Los documentos epistolares existentes revelan la relación de apoyo mutuo y respaldo entre ella y su esposo para hacer frente a los problemas familiares durante el periodo de la Reforma y las invasiones militares a México. Margarita Maza no temía la lucha política si estaba inspirada en el desinterés y la honorabilidad. Una prueba de esto es que fue la primera mujer en la historia de México en aparecer como colaboradora de un presidente electo, con una actitud propia. [2]

A lo largo de la historia, las mujeres han estado presentes en todos los momentos significativos y han sido fundamentales para el desarrollo de los sucesos. Cuando Juárez era gobernador y el general Antonio López de Santa Anna salía de una derrota contra los Estados Unidos, prohibió la entrada a Juárez en la ciudad de Oaxaca por considerarlo un peligro para la paz. Al regresar al poder, San Anna confinó a Juárez en las cárceles de San Juan de Ulúa y lo mando al destierro en 1853. La vida de Margarita Maza cambió también.

No sólo los Juárez Maza sufrieron la persecución del dictador, éste canceló la libertad de imprenta, desterró a todos los sospechosos de conspiración sin distinción de edad, sexo, o enfermedad, quedando familias completas en el desamparo. Margarita Maza, además de sufrir la separación de su marido, enfrentó la persecución y hostigamiento del general conservador santanista José María Cobos, quien se propuso hacerla prisionera. Con una gran familia que mantener y en condiciones difíciles, Maza se las ingenió para, además, proveer de recursos a Juárez hasta que regresó para sumarse a la Revolución de Ayutla. Estando embarazada de gemelas y con seis hijos escapó y logró mantener a su familia mientras apoyaba económicamente a su esposo. Al principio, recibió techo y apoyo en diferentes haciendas afines a la lucha juarista; después, abrió una tienda en Oaxaca, en la villa de Etla.

En la Revolución de Ayutla, Juárez tuvo un papel importante desde el exilio, primero, y después en el Estado de Guerrero. Al tomar los liberales el poder, ocupó el Ministerio de Justicia, Instrucción pública y Negocios eclesiásticos. Desde ahí inici´o la Reforma. Al incorporarse las leyes de reforma en la Constitución de 1857 primera que no incorporó la intolerancia religiosa se dio paso a la Guerra de Reforma, la guerra civil más sangrienta en el país después del conflicto de Independencia. Durante este periodo, las mujeres fueron perseguidas intimidadas, apresadas y sometidas a vejaciones por apoyar a los liberales. Margarita Maza no tuvo privilegios; cuando Benito Juárez, a consecuencia del golpe de estado de Ignacio Comonfort, ascendió a la presidencia, Margarita fue nuevamente perseguida por los conservadores, atravesó la sierra de Oaxaca con sus ocho hijos escapando para reunirse con Juárez en Veracruz, sitio en el que había establecido la residencia del gobierno. [3]

Durante la Segunda Intervención Francesa (1861-1867), Margarita Maza se vio obligada a separarse de nueva cuenta de su esposo. Vivió una década en constante zozobra. Pero su actuar congruente y solidario con la causa que defendía no cesó. Con el apoyo de sus hijas, estuvo a cargo de una junta de señoras para conseguir suministros para hospitales de sangre, que dio como resultado la creación de la Junta principal proveedora de recursos y donativos en beneficio de los hospitales de sangre del Ejército de Oriente, la cual presidió y estuvo compuesta en comisiones, principalmente por mujeres. Asimismo, organizó diversas actividades como funciones de teatro con el fin de reunir fondos para los hospitales y familiares de las víctimas de la guerra. En 1862, Benito Juárez se trasladó a Puebla para honrar y condecorar a los héroes de las batallas de Acultzingo y Puebla. En la ceremonia, Margarita Maza y la esposa del Ministro de Guerra se encargaron de entregar las condecoraciones que el gobierno de la república otorgó a los triunfadores de la batalla del 5 mayo.

La participación de Margarita Maza y las mujeres en los actos públicos de apoyo otorgó un valor especial a la causa nacional y republicana, pues no se simplificaba solo en una lucha partidaria de lucha por el poder y la ambición; también se señalaban valores superiores como la defensa e independencia de la Patria. Sin embargo, no hay que soslayar que la principal participación femenina durante el conflicto se manifestó en los campos de guerra. Un gran número de mujeres participó y éstas fueron indispensables para el funcionamiento de los ejércitos: muchas se desarrollaron como soldaderas, encargadas de los alimentos, en el cuidado de los heridos y en labores de correos; se considera que las mujeres formaban otro ejército que, junto con los hombres, sufrieron privaciones, persecuciones y muerte.

Con la llegada del Segundo Imperio de Maximiliano de Habsburgo, para evitar la persecución de los enemigos del presidente Juárez, Margarita Maza tuvo que huir otra vez. Se refugió con sus hijos en los Estados Unidos de América. El 12 agosto 1864 salió a Matamoros para embarcarse en Nueva Orleans rumbo a Nueva York. Después, permaneció en Washington hasta el triunfo de la República en 1867, representando dignamente a México. Fue recibida por el entonces presidente Andrew Johnson y el general Ulysses S. Grant como la distinguida esposa de un digno presidente que defendía a la república. Su presencia contribuyó a que el gobierno de Estados Unidos no reconociera el imperio de Maximiliano. Fungió como enlace con políticos que respaldaban la lucha juarista en contra de los invasores franceses y los conservadores. La actividad diplomática de Margarita Maza es una de sus contribuciones más importantes. La prensa estadounidense continuamente destacaba su presencia en los actos públicos, lo cual en el ámbito diplomático implicaba el reconocimiento del gobierno de Benito Juárez y a México como una república, así como también mostraba la decisión de los Estados Unidos de no permitir una usurpación europea en el continente americano. Margarita Maza Estableció una buena relación con el político William Seward, quien era secretario de Estado. Incluso, el Presidente Johnson le ofreció una recepción en la Casa Blanca y Grant llevó a cabo un baile en su honor.

Durante esta etapa, la correspondencia de Margarita Maza con su esposo, además de manifestar su sufrimiento por la pérdida de varios de sus hijos, muestra su gran decisión política, pues le advirtió sobre traiciones e intereses de quienes pretendían dejar los asuntos del país en manos de los norteamericanos, así como sobre el penoso papel que hacían los comisionados de Juárez en las negociaciones, solicitando su reemplazo, entre otras cosas. [4]

Al triunfo de la República, finalmente pudo regresar a México a bordo de un barco puesto a su disposición por el presidente estadounidense, Andrew Johnson, el cual había reusado, como escribió, que preferiría regresar por las vías ordinarias abiertas a los pasajeros, para evitar molestias. Al final no pudo desairarlo, las atenciones del gobierno norteamericano con ella tuvieron una favorable repercusión política para México. Llegó a Veracruz el 17 de julio de 1867 con el homenaje y reconocimiento del pueblo. Por todas las localidades a su paso a la Ciudad de México era aclamada como la “verdadera madre del pueblo”. Las mujeres de Soconusco la llamaron “esposa del libertador de las Américas”. Asimismo, su presencia era señalada como un símbolo de victoria.

Margarita Maza poco pudo disfrutar de la victoria de la causa republicana, de la ciudad y sobre todo de la compañía de su esposo debido a que, desde 1968, sufrió de cáncer. Seward le ofreció su casa en Alabama para recuperarse; no obstante, poco pudo hacer. No logró acompañar a Juárez en su entrada triunfal a la capital y vivió sus últimos años en las afueras de la ciudad en San Cosme. Sin embargo, continuó activa desde su posición como Primera Dama de México, cumpliendo sus funciones filantrópicas.[5] Se involucró en la educación del pueblo y fue elegida para presidir la junta de beneficencia de la ciudad. Uno de sus últimos actos políticos fue su asistencia a un mitin para conmemorar el Grito de Yara, de Carlos Manuel Céspedes, por la independencia de Cuba. Juárez y Maza apoyaban la causa de los independentistas cubanos y sus vínculos eran recíprocos. Hubo cubanos luchando al lado de Juárez y su propio yerno, Pedro Santacili, cubano a quien ambos consideraban un hijo.[6]

Margarita Maza Parada murió el 2 de enero de 1871. Es significativo que, pese a haber vivido en una sociedad dividida y excluyente, todos los sectores políticos y sociales, así como el ejército, a excepción de la iglesia, le rindieron homenaje y la reconocieron como mujer eminente; los periódicos se pusieron de luto, los teatros y los talleres cerraron. No se anunció acto oficial funerario; fue un acto de la familia republicana. Al día siguiente, por la tarde, el cortejo mortuorio partió, el féretro fue portado por amigos de la familia; las calles se abarrotaron por una multitud considerada de dos mil personas, entre las que se encontraban obreros y mujeres. Escuelas de niños y cerca de trescientos carruajes acompañaron el cortejo rumbo al Panteón de San Fernando. El acto fue presidido por el secretario de Relaciones Exteriores, Sebastián Lerdo de Tejada, los ministros de la Confederación alemana, Italia y Estados Unidos, así como por miembros del gabinete presidencial, diputados y magistrados de la Suprema Corte. El escritor Guillermo Prieto y Joaquín Villalobos fueron los oradores en el Panteón. La controversia surgida por la ausencia de la iglesia fue acallada por el escritor Ignacio Manuel Altamirano de manera lapidaria, quien consideró positiva la ausencia de la iglesia para no enturbiar un acto republicano de una mujer ejemplar.

Los restos de Margarita Maza se depositaron al lado de los de sus hijos. En 1872, la acompañaron ahí mismo los restos de su esposo y compañero Benito Juárez García. El 28 de diciembre de 1966 se inscribió su nombre con letras de oro en el muro de honor de la Cámara de Diputados.

Margarita Maza fue la compañera de vida solidaria de Benito Juárez. Juntos enfrentaron algunos de los pasajes más tortuosos y determinantes de la historia del país y ambos lideraron el surgimiento de la República y su gobierno. A lo largo de ciento cincuenta años su imagen se ha venido transformando de resignada madre y esposa del presidente a destacar por ella misma, su activismo como patriota, republicana, colaboradora política y representante diplomática en la historia de México, reorientando también el interés y la investigación hacia la participación y vida de las mujeres en las diversas transformaciones que ha tenido el país.

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