Muere Francisco Primo de Verdad y Ramos, Precursor de la Independencia
“La soberanía reside esencialmente en el pueblo”

Francisco Primo de Verdad
Abogado. Síndico del Ayuntamiento de la Ciudad de México

 

Francisco Primo de Verdad y Ramos, mejor conocido como el iniciador de la libertad novohispana y primer mártir del movimiento libertario, nació en Ciénega del Rincón, Aguascalientes, el 19 de junio de 1760. Fue un abogado y prócer de la Independencia de México. Defendió la idea de que la soberanía residía en el pueblo. Cursó los estudios de leyes en el Colegio de San Ildefonso, en la Ciudad de México, y obtuvo el título de abogado en el Real Colegio de Abogados en 1784. Se sabe que era un hombre de amplios y sólidos conocimientos en jurisprudencia, por lo que fue designado miembro de la Real Audiencia en 1808, donde llegó a ser elegido síndico del Ayuntamiento de la Ciudad de México[1].

Como un miembro de la sociedad novohispana que creció y se educó bajo la influencia de la Ilustración, Francisco Primo de Verdad estaba convencido de que la soberanía reside esencialmente en el pueblo. Este fue un principio que difundió y defendió durante su vida[2].

Cuando en 1808 las tropas francesas de Napoleón Bonaparte invadieron España tomando en cautiverio a la familia real, Primo de Verdad y el regidor Juan Francisco Azcárate propusieron al virrey de la Nueva España, José de Iturrigaray convocar a todos los Ayuntamientos a juntas encaminadas a formar un gobierno provisional apoyado en el pueblo.

La guerra y la ocupación francesa de España trajeron consecuencias aumentando la explotación de los recursos de la Nueva España para resistir la embestida y solventar los gastos de la contienda. Esto generó mucha inconformidad entre la clase criolla novohispana, víctimas de siglos de abusos perpetuados por los peninsulares. Dentro de los participantes en estas juntas se encontraba Melchor de Talamantes, un fraile mercedario peruano de pensamiento liberal que veía en aquella crisis una verdadera oportunidad de completa independencia de la metrópoli colonial. Entre sus propuestas estaban la formación de un Congreso y la autonomía de la nueva España[3].

El 19 de julio de 1908 Primo de Verdad y Ramos presentó al virrey la declaración de autodeterminación de México en la que proponía que la nación asumiese la soberanía para conservarla intacta hasta la restitución de los reyes legítimos. Sin embargo, los peninsulares se negaron a aceptar el documento.

El 9 de agosto de 1808 tuvo lugar la junta entre los ayuntamientos para discutir el asunto. Los principales puntos a discutir fueron: la estabilidad de las autoridades constituidas, la organización de un gobierno provisional y las facultades que el virrey debería tener dentro del gobierno. Esta postura no fue del gusto de los españoles en la Nueva España, quienes temían que la idea de autonomía y autogobierno fuera asumida por los pueblos originarios, quienes iniciaron un movimiento contra los terratenientes que los explotaban. Debido a ello se formó el grupo de los “Patriotas de Fernando VII”, alrededor de trescientos hombres, bajo la coordinación del hacendado Gabriel Joaquín de Yermo, tomaron la casa del virrey el 15 de septiembre de 1808, apresándolo y colocando en su lugar a Pedro de Garibay. Al día siguiente, el 16 de septiembre, Azcárate, Primo de Verdad y Talamantes fueron aprehendidos en un acto de represión cuyo lema fue “Encierro, entierro o destierro”. La suerte de los tres presos políticos fue, en principio, la cárcel, pero sólo Azcárate y Lezama sobrevivirían para ver consumada la independencia[4].

Primo de Verdad permaneció recluido en la cárcel eclesiástica del Arzobispado hasta la mañana del 4 de octubre de 1808 cuando fue encontrado sin vida en su celda. El licenciado Francisco Primo de Verdad falleció a la edad de 48 años. Se corrió el rumor de que había sido envenenado, acto supuestamente llevado a cabo por los españoles que se hicieron cargo del gobierno colonial. Fue sepultado en el sagrario de la Basílica de Guadalupe.

Su influencia fue de gran importancia para el movimiento que surgiría años más tarde, siendo recordado como el precursor de la soberanía popular en la Nueva España.

En la actualidad, el derecho de autodeterminación de los pueblos es reconocido en la resolución 1541 (XV) de la Asamblea General de las Naciones Unida[5], explicado como “el derecho de un pueblo a decidir sobre sus propias formas de gobierno, perseguir su desarrollo económico, social y cultural, y estructurarse libremente, sin injerencias externas y de acuerdo con el principio de equidad”.[6]

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