Nace Óscar Arnulfo Romero y Galdámez “La voz de los sin voz”  Sacerdote defensor de los derechos de los pobres
“Este es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana”.

Óscar Arnulfo Romero
Obispo de El Salvador Homilía 16 de marzo 1980
 

 

Óscar Arnulfo Romero Galdámez nació el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, municipio del departamento de San Miguel, en la República de El Salvador. Fue un sacerdote católico, cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980), y una persona célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos. Esta lucha le costaría la vida, pero por ella se ganó el sobrenombre de La voz de los sin voz. A nivel coloquial, pese a ser un título, también se le conoce como Monseñor Romero.[1]

Óscar Arnulfo fue el segundo de ocho hijos del matrimonio de Santos Romero ―un empleado de correo y telegrafista― y Guadalupe de Jesús Galdámez. A los catorce años ingresó al Seminario Menor de San Miguel, donde permaneció seis años, pues se vio obligado a interrumpir estudios para ayudar a su familia en un momento de dificultad. Trabajó entonces por 50 centavos al día en las minas de oro de Potosí durante tres meses. Desde los doce años, ante una similar situación familiar el joven Óscar se había dedicado a la carpintería, como aprendiz del oficio.[2]

En 1937, con veinte años, retomó sus estudios al ingresar al Seminario Mayor de San José de la Montaña en San Salvador, la capital del país, y, finalmente, siete meses después de haber ingresado fue enviado a la Ciudad del Vaticano, la Santa Sede, en Roma, donde continuó con sus estudios teológicos. Vivió en la casa para estudiantes latinoamericanos ―el colegio Pío Latinoamericano― hasta el 4 abril de 1942, cuando se ordenó como sacerdote. Eran tiempos de la segunda guerra mundial, y al no poder realizar su tesis doctoral regresó a El Salvador a ejercer el sacerdocio.[3]

Entre 1943 y 1968, Óscar Arnulfo Romero fue párroco en Anamorós (provincia La Unión) y en la catedral de Nuestra Señora de la Paz, en San Miguel, y secretario del obispo diocesano Miguel Ángel Machado. En 1968 fue nombrado secretario de la Conferencia Episcopal de El Salvador, y el 21 de junio de 1970 recibió la consagración episcopal de manos del papa Pablo VI, como Obispo Auxiliar en la capital del país del conservador monseñor Luis Chávez y González[4]

Su trayectoria daría un giro a partir de 1974 cuando fue trasladado a la Diócesis de Santiago de María, donde atestiguó la represión contra los campesinos defensores de sus derechos. Esto comenzó a inclinar la balanza hacia una lucha de denuncia a favor de los pobres[5]. Al año siguiente, cuando en la masacre del vecindario Tres Calles, la Guardia Nacional salvadoreña asesinó a seis campesinos, familiares de unos estudiantes partícipes en una protesta previa: monseñor Romero consoló a los familiares de las víctimas y ofreció la misa por ellas. No denunció directamente, pero sí escribió una carta al entonces presidente, el coronel Arturo Armando Molina Barraza (1972-1979). Había dado un primer paso hacia la acción, marcando una clara línea divisoria entre él y el Estado.[6]

El 23 de febrero de 1977 fue nombrado arzobispo en San Salvador; pese a la carta previa, aún lo miraban con buenos ojos los miembros de la oligarquía económica y política nacional. Le sabían un tradicionalista, y no esperaban en él una lucha como la que dio. Poco más de un mes después de su ascenso, el 12 de marzo, un amigo suyo, jesuita progresista que trabajaba gestando colectivos autonómicos y mutualistas entre los campesinos, fue ejecutado extrajudicialmente junto a dos de esos comuneros. Se llamaba Rutilio Grande, y Arnulfo Romero reaccionó ante su asesinato instando al presidente Molina a investigar las circunstancias del crimen. Cuando el gobierno nada respondió, y la prensa cómplice y censurada tampoco habló, amenazó con cerrar las escuelas católicas y mantener al clero ausente de los actos gubernamentales. Además, congregando en misa a miles de salvadoreños, lamentó los hechos ante la concurrencia.

Así, “La voz de los sin voz” comenzó a denunciar en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó en público su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.

La postura de Óscar Romero y su profundo compromiso, lo colocó en la mira del Estado y de la opinión internacional. Mientras el primero lo calumniaba y amenazaba constantemente, en el extranjero se apoyaba y reconocía su labor: el 14 de febrero de 1978 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Georgetown, en los Estados Unidos; en 1979, fue nominado al Premio Nobel de la Paz, y en febrero de 1980, la Universidad de Lovaina, en Bélgica, también le otorgó el grado de Doctor Honoris Causa. Para recibir el reconocimiento viajó a Europa, visitando al papa Juan Pablo II en El Vaticano, donde le trasmitió su inquietud ante la terrible situación que se estaba viviendo en su país.

En efecto, en 1980 la República de El Salvador pasaba por una etapa particularmente brutal, donde ningún derecho se respetaba, implantándose la represión de Estado como principio cotidiano. En defensa de sus libertades, el pueblo se había organizado para resistir a la oligarquía, iniciando una guerra civil que duraría poco más de una década ―la datación oficial va de 1979 a 1991, pero no hay fechas exactas para determinar este lapso―, y sería el escenario de 75 000 muertes. Durante esta etapa, el popular y libertador Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FML) se enfrentó a los gobiernos de la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA). Según cálculos del arzobispado salvadoreño, sólo entre enero y marzo de 1980 fuerzas de seguridad del Gobierno salvadoreño, unidades armadas y grupos paramilitares bajo control militar mataron a más de 900 civiles. De hecho, quienes estaban en el poder, y los oligarcas que se negaban a perder sus privilegios, estaba estrechamente relacionados con el grupo paramilitar ORDEN y los escuadrones de la muerte ―como se llamaba a las bandas criminales a cuyo cargo estaba sembrar el terror, violentando cuanto derecho pudieran y exterminando a la población―.[7]

Monseñor Romero regresó de su viaje el 17 de febrero. Como representante de la Iglesia católica en su país, escribió una carta al presidente estadounidense Jimmy Carter. Los Estados Unidos mantenían entonces una política militarmente injerencista en toda América Latina, entrenado a los ejércitos y grupos paramilitares locales. En su carta Monseñor Romero se opuso a la supuesta ayuda que ese gobierno prestaba al pueblo salvadoreño, pues sólo había favorecido al estado de represión. Carter respondió solicitando a El Vaticano llamar al orden al arzobispo. En otros países, sin embargo, la solidaridad hacia él se mantuvo, reconociéndole públicamente sus méritos libertarios: por esas mismas fechas, Óscar Arnulfo Romero recibió el Premio de la Paz de la luterana Acción Ecuménica Sueca.[8]

Dentro de las fronteras salvadoreñas la situación era la contraria. La soga se ajustaba, y al centro estaba monseñor Romero. Durante el mes de su retorno, Héctor Dada Hirezi, miembro de la Segunda Junta de Gobierno de El Salvador, y monseñor Lajos Kada ―entonces nuncio apostólico en Costa Rica― le notificaron saber acerca de amenazas de muerte en su contra. A inicios de marzo fue volada la cabina de locución de la emisora YSAX, La Voz Panamericana, trasmisora de sus homilías dominicales. Los días 22 y 23 de ese mismo mes, las amenazas de muerte para Arnulfo Romero llegaron hasta el lugar donde vivía: el Hospital de la Divina Providencia, donde las religiosas a cargo recibieron las anónimas sentencias telefónicas.

Un 24 de marzo de 1980 Monseñor Romero fue asesinado. Según el informe de la Comisión de la Verdad de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ―13 de abril de 2000―, ese día “Monseñor Óscar Arnulfo Romero y Galdámez, fue asesinado cuando oficiaba la misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia”. En su informe, la CIDH señala al Estado salvadoreño como responsable de diversas violaciones a los derechos humanos y culpable de ejecución extrajudicial[9]. El magnicidio se atribuyó intelectualmente, y atribuye, al militar Roberto D’Aubuisson Arrieta, líder de los escuadrones de la muerte y fundador de la extrema derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), quien jamás fue juzgado.[10]

Las acciones de Óscar Arnulfo Romero son admiradas por los seguidores de la teología de la liberación. Sin embargo, nunca formó parte de este colectivo, aunque comprendió sus principios éticos. Era un hombre bueno, cristiano en lo más profundo del término, por ello destacó dentro de la Iglesia católica como obispo defensor de la Opción Preferencial de los Pobres. Esta misma Iglesia reconoció su entrega: el 23 de mayo de 2015, el papa Francisco I lo beatificó, reconociendo que fue asesinado in odium fidei, en odio por su fe, mientras oficiaba misa. En 2017, el mismo papa firmó los documentos para su canonización. El 14 de octubre de 2018, La voz de los sin voz fue santificado como San Romero de América.


[1] https://www.celam.org/observatoriosociopastoral/detalle_noticias.php?id=MTM2
[2] http://www.cervantesvirtual.com/portales/monsenor_romero/autor_apunte/
[3] http://www.cervantesvirtual.com/portales/monsenor_romero/autor_apunte/
[4] https://www.telesurtv.net/news/oscar-arnulfo-romero-20180307-0025.html
[5] https://www.celam.org/observatoriosociopastoral/detalle_noticias.php?id=MTM2
[6] http://polycarpi.blogspot.com/2012/12/tres-calles.html?m=1
[7] https://www.lavanguardia.com/20150519/54431340042/la-guerra-civil-salvadorena-escenario-de-75-000-muertes.html
[8] http://www.cervantesvirtual.com/portales/monsenor_romero/autor_apunte/
[9] https://www.cidh.oas.org/annualrep/99span/De%20Fondo/ElSalvador11481.htm
[10] https://elfaro.net/es/201004/noticias/1531/%E2%80%9DRoberto-d-Aubuisson-me-dijo-la-persona-que-mat%C3%B3-a-Romero-es-un-h%C3%A9roe%E2%80%9D.htm

Área Responsable