Terminan los disturbios raciales en Chicago
A medida que nosotros, la gente, avanzamos, los fantasmas de los disturbios de Chicago de 1919 y de todos los demás disturbios en el país durante ese Verano Rojo nos [llaman] a todos a recordar”.

Claire Hatfield, A Few Red Drops:
The Chicago Race Riot of 1919, publicado
en 2018

 

Los disturbios raciales de Chicago fueron una serie de conflictos violentos contra la población afrodescendiente de Estados Unidos, que ocurrieron en la ciudad de Illinois entre el 27 de julio y el 3 de agosto de 1919. Durante estas fechas, decenas de personas murieron y cientos resultaron heridas.

Los disturbios raciales sucedieron en un contexto de gran tensión en Estados Unidos conocido como el Verano Rojo de 1919, en el que en más de treinta ciudades del país ocurrieron ataques violentos a la población afrodescendiente. [1]

Durante esta época, el ambiente social y político en Chicago estaba cargado de tensión. La población blanca no reconocía los derechos de los afrodescendientes negándoles el acceso a las mismas oportunidades de trabajo, a una vivienda digna y a la representación política. Esto, junto con la fuerte crisis y la depresión económica que se vivía en Estados Unidos como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, ocasionó que Chicago se convirtiera en un nido de violencia y racismo. A diferencia de lo que ocurría en las ciudades del sur de Estados Unidos, antes de 1915 Chicago no segregaba la mayoría de los espacios públicos. Incluso, la ciudad tenía la reputación de ser un lugar equitativo y respetuoso con afroamericanos. Sin embargo, a principios del siglo XX, en las playas de Chicago se implementaron medidas de segregación. Definiendo los espacios a los que blancos y negros podían acceder, en un acto de completo racismo. [2]

La población afrodescendiente de Chicago vivía en su mayoría, en el sur de la ciudad. Compitiendo en gran medida con los descendientes de inmigrantes irlandeses por puestos de trabajo de la clase obrera. Durante mucho tiempo, en la ciudad, y en general en Estados Unidos la vida diaria de la población afroamericana estaba fuertemente marcada por agresiones y segregación que les impedía transitar libremente por ciertas calles; entrar a negocios que señalaban un acceso “exclusivamente para blancos”; acudir a las mismas escuelas, mismas iglesias o incluso ocupar los mismos espacios de transporte público. El final de la Primera Guerra Mundial hizo que las tensiones raciales y la fuerte crisis económica agravaran la situación y las injusticias, provocando que los diferentes grupos que convivían en el sur de Chicago compitieran en un espacio cada vez más limitado y segregado.

Fue así como el 27 de julio de 1919, la violencia se desató con el ahogamiento de un adolescente afroamericano llamado Eugene Williams, quien había cruzado la línea de segregación invisible de la Calle 298, que separaba los espacios de la playa entre “blancos” y “negros”. Eugene nadaba cuando fue golpeado por una roca arrojada por un hombre blanco que intentaba que los niños se alejaran del área delimitada. Cuando el atacante fue identificado, la policía decidió no arrestarlo. Lo que ocasionó que la tensión estallara, provocando varios días de disturbios y violencia generalizada. [3]

Los siete días de tiroteos, incendios provocados y golpizas que siguieron, resultaron en la muerte de 38 personas —15 blancos y 23 negros —, y más de 500 heridos. Durante los disturbios bandas armadas de hombres blancos deambulaban por la calle en busca de personas para asesinar. [4]. La actuación de la policía fue ineficaz porque gran parte del personal simpatizaba con los alborotadores blancos. La violencia no se detuvo hasta que llegó la intervención de la milicia estatal.[5]

Como consecuencia, el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, el Congreso y organizaciones intentaron promover una legislación para reducir el odio racial en todo el país. Sin embargo, no hubo un cambio a la segregación que se había impuesto durante el primer término de su mandato.[6]

Ningún habitante blanco de Chicago fue condenado por asesinato y la mayoría de las muertes quedaron impunes. Los disturbios de ese año conmocionaron a Chicago y a todo Estados Unidos, creando mayor conciencia sobre los problemas raciales, la discriminación y las injusticias a las que los afrodescendientes debían enfrentarse todos los días por parte de la población blanca en Estados Unidos. [7]

Desafortunadamente, el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos no llegaría hasta 1954 tras una larga lucha por garantizar el acceso pleno a los derechos civiles y a la igualdad ante la ley de los ciudadanos afrodescendientes.

Los principios de igualdad y no discriminación están consagrados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y en la Carta de las Naciones Unidas. En 1963 la Asamblea General de la ONU adoptó la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Raciales como el instrumento más importante para la lucha contra la discriminación racial, que se define como “cualquier distinción, exclusión, restricción o preferencia basada en la raza, color, descendencia u origen étnico o nacional, que tenga el propósito o efecto de invalidar o perjudicar el reconocimiento, goce o ejercicio, en situaciones iguales, de los derechos humanos y libertades fundamentales en el campo político, económico, social, cultural o cualquier otra área”.[8]

En México, el derecho a la no discriminación se encuentra reconocido en el artículo 1° de nuestra constitución. Todos tenemos derecho a gozar y disfrutar de los mismos derechos sin ninguna exclusión o trato diferenciado, motivado por razones del origen étnico o nacional[9]. Sin embargo, en la actualidad, la población afromexicana enfrenta condiciones de alta marginación social y económica, producto de prácticas históricas de discriminación y racismo. La atención a las colectividades y comunidades afrodescendientes continúa siendo una tarea pendiente del Estado[10].

 

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