"Un orden pacífico, firme y justo, deberá garantizar a todos los hombres, sin distinción de razas o lugares, un mínimo suficiente de posibilidades fecundas para existir"

Manuel Ávila Camacho
Ex Presidente de México
 
 
 

La conferencia de Chapultepec, también conocida como “La Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y de la Paz”, celebrada en Chapultepec (México, D.F.), del 21 de febrero al 8 de marzo de 1945, prestó considerable atención a las cuestiones sociales, y, muy en particular, al problema de mejorar las condiciones de vida de los países latinoamericanos. [1].

Desde antes del inicio de la segunda guerra mundial, gran parte de los países de América Latina ya estaban inmersos en un proceso de industrialización, producto de la sustitución de importaciones. Durante el periodo de guerra, la dinámica de las economías latinoamericanas, en general, sufrió algunos cambios que principalmente incentivaron una mayor industrialización. En este contexto, y antes de que terminara el conflicto bélico, se llevó a cabo la Conferencia de Chapultepec, en la que además de tocar temas como la solidaridad americana y la creación de una organización regional permanente, se propusieron algunas políticas a los Estados americanos para su futuro progreso económico. [2].

Por primera vez en el sistema interamericano, mediante este documento, quedó aprobado el principio de las sanciones contra los agresores y el principio de condenar a todos los agresores «extracontinentales o no». Las decisiones de Chapultepec referentes al sistema regional fueron inspiradoras para la Carta de las Naciones Unidas. En consonancia con estas ideas, las más categóricas afirmaciones previas formuladas en materia social por la conferencia pueden resumirse así:

  1. El hombre debe ser el centro de interés de todos los esfuerzos de los pueblos y de los Gobiernos.
  2. El Estado debe tomar medidas que aseguren la estabilidad moral, el mejoramiento económico y el bienestar social de la familia, considerada como célula social o institución fundamental.
  3. Las Naciones americanas deben combatir con energía y decisión la indigencia, la desnutrición, la enfermedad y la ignorancia.
  4. El Estado debe dirigir y auxiliar las iniciativas sociales y económicas, estimulando la iniciativa privada a cooperar para la realización de tales propósitos. En los casos en que no tenga obligación directa y primaria, actuará con carácter supletorio, después que se haya agotado la iniciativa privada, siempre que las leyes y la política económica de cada país lo permitan.
  5. Las condiciones de trabajo y remuneración deben ser tales que garanticen el bienestar y la dignidad del hombre y la rehabilitación vital, económica, moral y social de los pueblos de América.
  6. Las Naciones americanas deben intensificar su política social, ratificando los principios consagrados en los diversos Convenios Internacionales del Trabajo, incorporando en su legislación las normas adoptadas en las diferentes Conferencias Interamericanas, desarrollando planes de seguridad social fundados en los principios aprobados por la XXVI Conferencia Internacional del Trabajo de 1944 y por el Comité Interamericano de Seguridad Social establecido en Santiago de Chile en septiembre de 1942. [3].

Ante el juicio sereno que permite el paso del tiempo, es indudable que la Conferencia celebrada en la ciudad de México ocupa un lugar muy especial dentro de la historia de las reuniones ínteramericanas. En Chapultepec, los países latinoamericanos lograron consolidar su vocación pacifista y demostrar que la concertación latinoamericana era una realidad.

Quizás por ello no resultó extraño que un observador externo opinara que dicho "acuerdo ínteramericano debería ser considerado como un baluarte de la seguridad y la paz, no solamente en el hemisferio occidental, sino a través de su influencia en todo el mundo”.

No faltan razones para compartir esta opinión. En Chapultepec, los países de la región expresaron nuevamente su capacidad de planear una estrategia con fines e intereses comunes, haciendo aportes sustanciales, no sólo en lo concerniente al Sistema Interamericano y los derechos humanos, sino también en lo tocante al destino que podría tener la Organización de las Naciones Unidas. Por su parte también resulta importante señalar que es indudable que las resoluciones XL y XLI, destinadas a salvaguardar las garantías individuales del ser humano, constituyeron un aporte sustancial que más tarde sería incorporado a la Carta Constitutiva de las Naciones Unidas y a la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En la Conferencia de Chapultepec, América Latina se convirtió en pionera de la incorporación dentro del derecho internacional del respeto a los derechos humanos. [4].

 


[1] https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/67079/1/212765.pdf
[2] http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-22532017000200035
[3] https://obtienearchivo.bcn.cl/obtienearchivo?id=documentos/10221.1/67079/1/212765.pdf
[4] https://revistadigital.sre.gob.mx/images/stories/numeros/n17/velascog.pdf

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